El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su siglas en inglés) publicó en su cuenta de Twitter “¡No laves el pollo crudo! puede esparcir los gérmenes del pollo a otras comidas o utensilios que estén en la cocina”.
Ante la alerta agregaron otro trino recordando la importancia de la seguridad alimentaria. “Es cierto, mata los gérmenes cocinando el pollo a fondo, no lavándolo. No debe lavar ningún pollo, carne o huevos antes de cocinarlos. Todos pueden propagar gérmenes alrededor de su cocina”.
Ante la advertencia, el microbiólogo y nutricionista Juan Camilo Mesa explica que el pollo tiene una alta cantidad de agua, lo que lo convierte en vehículo de nutrientes. “Esto quiere decir que es más susceptible a contaminación por bacterias como ‘Salmonella’ y ‘Campylobacter’, entre otras, cuando en las granjas no hay control de puntos críticos: mala limpieza y desinfección, fuentes de agua no potables o infestación de insectos transmisores de la bacteria”.
Por su parte, Ubier Gómez, médico y toxicólogo, asegura que lavar las carnes genera una falsa sensación de seguridad y no es necesario hacerlo si proviene de un lugar certificado y se cuece adecuadamente, ya que esto mata a las bacterias.
“Las personas creen que ya no hay ningún riesgo de contaminación, pero las bacterias se adhieren firmemente a la superficie de la carne y con el agua caliente no es posible despegarlas”, agregó Gómez.
Recomendaciones de la CDC
- Lávese las manos con agua jabonosa tibia durante 20 segundos antes y después de manipular el pollo. Gómez, toxicólogo, recomienda agregar alcohol en gel luego del lavado, frotarlo y esperar a que se seque.
- Utilice una tabla de cortar diferente para el pollo crudo.
- Lave los utensilios y las superficies con agua jabonosa caliente después de preparar pollo y antes de continuar con la preparación de otro alimento.
- Nunca coloque alimentos cocidos ni verduras o frutas frescas sobre una superficie que haya tenido contacto con el pollo crudo.
- Utilice un termómetro de alimentos para asegurarse de que el pollo esté cocido a una temperatura interna segura de 165 °F. Si el pollo que le sirven en un restaurante no está completamente cocido, envíelo de vuelta para que lo cocinen durante más tiempo.